jueves, 22 de diciembre de 2011

El sistema financiero

Ahora que la crisis se ha instalado en todas las economías occidentales y particularmente en Europa, uno echa la vista atrás, al comienzo y se pregunta si algo de verdad a cambiado.

En el origen del problema estaban las instituciones financieras y el control de las mismas. Lo que se ha ido llamando prácticas bancarias en la sombra estaban en el origen del problema. ¿Qué eran? Prácticas de los bancos que escapaban del control de sus balances y sus requerimientos de capital y gestión del riesgo. Los bancos operaban en mercados financieros que no estaban sometidos a las reglas ni a la supervisión de la autoridad económica correspondiente. Amparados en esa opacidad asumieron riesgos inasumibles para cualquier banco, que cuando estallaron, pusieron en peligro el sistema financiero en sí y como consecuencia la economía real.

Por lo tanto, el problema en su origen tenía tres vertientes: 1) que todas las actividades financiers y bancarias estuvieran sometidas a unos requerimientos mínimos de capital, sin excepción. 2) que el supervisor ejerza de manera efectiva la labor encomendada con el acceso a la información y la correcta valoración de riesgos y activos de los balances, 3) que en un mercado más transparente, los operadores actúen de forma más eficiente con una correcta valoración de los riesgos asumidos por los operadores. Sin intereses comunes entre agencias de calificación y gestores financieros.

¿Qué hapasado desde entonces en Europa y en España?
Parece que el BCE y la autoridad financiera europea han decidido exigir un mínimo de capital a los bancos que garanticen su viabilidad ante determinadas circunstancias planteadas. El escenario y los requerimientos de capital planteados hasta la fecha (los tes de estres) no parecen haber sido suficientes. El último ejemplo ha sido Dexia, que después de pasar los exámenes con nota, tuvo problemas serios que han supuesto la intervención de dos gobiernos. Ahora el mínimo de capital exigido va a pasar a ser el 9%, y se empieza a considerar la posibilidad de depreciación de la deuda soberana.

No se ha entrado en valorar requisitos de solvencia de otras entidades financieras y tampoco se ha entrado a valorar estos activos fuera de balance. Aquí el trabajo se ha quedado a medias, no se ha querido valorar las entidades y operaciones que fueron el origen del problema.

La transparencia, la correcta valoración de los riesgos asumidos y de los activos de los balances todavía no se ha empezado ni a plantear. Este tema resulta especialmente pernicioso en el caso de España que sufre el problema del ladrillo. Los bancos tienen acumulados activos en terrrenos y construcción valorados a precio de adquisición, no a precio de mercado. Sobre estos activos se han realizado unas provisiones medias de un 30%, que no reflejan la realidad del precio de las cosas.

La correcta valoración de los activos en España supondría que muchas entidades financieras simplemente quebrarían. Tambén supondría que estos activos que están reteniendo los bancos y que van vendiendo poco a poco, al ritmo que les permite su cuenta de resultados, entrarían en el mercado, rebajarían el precio de los pisos y reactivarían de nuevo la economía. El ejemplo último de la no transparencia en las entidades financieras la hemos visto en Japón, donde ya van por dos décadas perdidas.

Esta transparencia exige toma de decisiones de los gobiernos, y provocará una concentración y saneamiento del sistema fianaciero. Todo el mundo conoce el diagnóstico, conoce las soluciones, y falta saber si tendrán el coraje suficiente para tomar las decisiones. El tiempo lo dirá.

Del tercer punto, el correcto funcionamiento del mercado financiero, todavía nadie ha empezado a hablar. De evitar conflictos de intereses entre agencias de calificación y calificados, de la independencia de las instituciones financieras, de la transparencia en las operaciones en un mercado abierto, de la correcta valoración de los activos que se están comercializando, de los paraísos fiscales, de la separación entre banca de inversión, comercial y seguros, nadie quiera hablar.

El sistema financiero ha pasado de ser un medio para alcanzar los objetivos económicos a ser un objetivo en sí mismo. Ha cambiado la naturaleza del negocio en sí, que ahora es puramente especulativo y de poder.

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