martes, 22 de noviembre de 2011

Europa en la encrucijada

Es curioso, pero nos estamos acostumbrando a hablar de Europa como una entidad. Hasta hace muy poco era la zona euro, el eje franco-alemán, el mercado común... ya empezamos ha decir Europa.

Esta Europa que sigue construyéndose se encuentra ante una terrible encrucijada.

Por un lado la ortodoxia económica que le lleva a no monetarizar la deuda, a que el BCE no intervenga en los mercados ni imprima dinero, a que los países vayan tomando las decisiones oportunas para ir corrigiendo sus desequilibrios. A que estos países intervenidos vayan aplicando las medidas prometidas.

Por otro la tremenda presión política que les pide justo lo contrario, intervención del BCE como prestamista de último recurso, que piden monetarizar la deuda, que piden rebajar la prima de riesgo a cualquier precio para no comprometer la viavilidad de los estados. Sobre todo ahora que Italia ha caído, ahora que España está seriamente amenazada y que la presión se empieza a cernir sobre Francia. Los tipos de interés que empieza a exigir la prima de riesgo a pesar de la intervención del BCE resultan imposibles de asumir para los niveles de deuda pública alcanzada.

Lo perverso de la situación es que se tiene que tomar las medidas correctas pero el tiempo ha empezado a correr en contra. Europa necesita ganar tiempo. Necesita reducir esa prima de riesgo durante un plazo suficiente para empezar a ver los resultados de esas medidas.

Me temo que necesita alguna medida de intervención en el mercado. Y aquí es cuando entran en juego las dudas de los más ortodoxos. Si se abre el grifo ¿los gobiernos tomarán esas medidas? ¿se podrá cerrar después o será una barra libre ilimitada que nos llevará al desastre? Está claro que no se trata del problema de una intervención puntual.

El Euro como sistema se encuentra ante un problema serio de supervivencia y las alternativas parecen pocas.

Para hacer más divertida la ecuación, existe más variables descarriladas: al déficit público y el tamaño de la deuda pública tenemos que sumar el lento crecimiento de la economía, el endeudamiento del sector privado, un sector financiero prácticamente insolvente y muchas economías no competitivas.

Cada vez está más claro que la solución no puede ser sólo técnica, que debe ser política. Sobre todos los aspectos de la crisis hablaremos otro día refiriéndonos al caso concreto de España

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